Mis
ojos en tu corazón
Me
llamo Isabella y tengo 27 años, en mi corta vida podemos decir que he aprendido
bastante de ella, seria precoz adelantarme a los acontecimientos en los que
relato mi versión de los hechos pero les contare un poco de mi historia de
vida. Comenzaré concisamente sobre el principio.
Desde
mi niñez mi vida no fue fácil, hija de padres separados, y pues era bastante
problemática en la escuela. Ya en mi adolescencia, al ser una jovencita tan
sumisa, decidí sacar a relucir mi lado rebelde e indomable, había enfrentado a
mi madre en múltiples oportunidades y reprocharle por su separación prematura
con mi padre era algo que no podía faltar en nuestras recurrentes discusiones.
¿Cuando
comencé a entrar en la edad de la madurez? Pues a los 18 años, aun seguía siendo
muy inmadura. Finalmente luego de varias decepciones amorosas a los 21 años
decido casarme, grave error. Nueve meses después decido separarme de hecho de
un hombre, si es que puede llamárselo así, que prácticamente me golpeaba todo
el tiempo.
Cuando
lo conocí a Alejandro, sinceramente no buscaba nada, las cosas fueron dándose
fortuitamente. Ya que jamás tuve suerte en mis relaciones amorosas, había
perdido la fe en los hombres.
Al
principio fue un tanto grosero, me parecía un hombre austero, aburrido, metiche
y faltaría decir que era un agrandado
que le encanta sobresalir sobre los demás, y demostrarse para diferenciarse,
era su especialidad, según mi criterio.
Nuestro
cruce de palabras fue bastante desafortunado, pues para su mala suerte era un
día en el que estaba con muchas ganas de pelear con alguien, y Alejandro se
topo conmigo.
Los
insultos se fueron dando en aquel grupo de Whats app, y fueron prolongándose
con más frecuencia en el chat privado.
¿Quien
se creía ese pelagatos? Para decirme de cosas a mí. Pretendió dejarme en ridículo
ante los miembros haciéndose el pobrecito, se fue sin mediar mas palabras que,
“Gracias Raquel pero no puedo estar en un grupo donde solo molesto”. Toleraría
cualquier cosa, menos un hombre o, una persona que se hace el víctima.
Luego
de querer olvidar el suceso, quedo pensando por una milésima de segundo, pero
mis impulsos fueron mayores y decido atosigarle en su chat privado.
La
balacera de insultos prosiguió hasta el punto de herirme y atentar contra mi
feminidad.
Cuando
supo quién era y qué era, mermo por completo sus palabras y una charla amena se
dio en aquellos próximos días.
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