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lunes, 27 de marzo de 2017

La abadía de una italiana

Hacía más de cuatro años no sabía de él desde aquel holocausto en el que decidió unirse al equipo contrario, mi mirada se perdió en aquel helicóptero en el que se marchó con su equipo color negro, que tan bonito le quedaba.
Así me había contado ella, Svetlana no pensaba en nadie más, concentrada en hallarlo habíamos recibido un pedido de ayuda de que un sexo masculino se encontraba en una zona de alerta en Michigan.
La mirada de aquella joven se pierde en las nubes y las estrellas reflejan sus ojos negros.
-¿Svetlana? ¿Estás bien? –no recibo respuesta alguna. –Svetlana.
-dime. –reacciona y trata de disimular su mirada llorosa hacia mis ojos y le ofrezco un pañuelo de papel. –Gracias.
-no quiero que te hagas falsas esperanzas. Llevamos más de un año buscando a Esteban.
-mi corazón aún me dice que está vivo Leon.
La estreche entre mis brazos para contenerla y unas horas más tarde la observe dormida en mi hombro.
Su belleza era envidiable, una hermosa italiana de rizos negros y tez pálida marcaban el inicio de su joven y angustiosa vida tras haber sobrevivido junto a Chris Redfield, ella era Svetlana Venturi de 24 años.
-cuan joven es tu vida hermosa criatura. –murmuré, faltaban unas cuantas horas más de vuelo.
La apoyé delicadamente contra la ventana sin despertarla y dejo caer de sus manos una fotografía un tanto sucia y manchada con unas gotas de sangre, y al reverso estaba escrito el nombre, Esteban Konz. La miré a Svetlana nuevamente y puse entre sus manos aquel pedazo de recuerdo, bajamos a tierra buscando un buen lugar para aterrizar y desperté a la joven guerrera.
-Svetlana, despierta, hemos llegado. –bajamos de aquel armatoste volador y comenzamos el reconocimiento.
La observé con un poco de destemplanza en mis facciones, su mirada intranquila estaba en alerta y llena de esperanza, no permitiría que de desilusionase otra vez.
-¿Pasa algo Leon? –no me había percatado de disimular.
-No, no tranquila. Sigamos. –caminamos y su cabello negro azulado bailaba con el viento.
Podía hasta decir que había sentido celos por aquel hombre, tanta belleza era mucha para mí y para él, mujer más hermosa la había visto una sola vez, Nabila Gozzoli y aquel 2004 fatal.
-¡Leon!
-¿Qué ocurre?
-¿Qué pasa? Estas perdido en tus pensamientos.
-Pensaba en alguien, creo que en la zona donde estamos es la menos indicada para hablar. –mire a mi alrededor.
Mire mi intercomunicador y me hablan desde las oficinas de TerraSave
-Dime Claire.
-Leon te estás acercando a la prisión, la tienes a 10.000 metros, aún no detecto peligro puedes seguir… ¿Leon? … ¿Leon?
Svetlana me inyecta un poderoso anestésico y caigo paralizado.
-Lo siento Leon, pero tengo que hacerlo sola.
-No, Svet… lana, es peligroso. –mis ojos se cierran y caigo dormido.
Unas horas más tarde, luego de soñar la muerte de Nabila interpretada por Svetlana, me despierto exaltado y un poco transpirado.
Miro mi reloj, la cabeza se me partía a la mitad y ya había oscurecido, poniéndome de pie con las pocas fuerzas que tenía decido ir en busca de ella. Tanteo mis bolsillos para buscar mi comunicador y no esta, luego el arma tampoco.
-¿Qué hiciste Svetlana? –saco el cuchillo y camino sigilosamente comenzando a acelerar el paso.
Llegando a una pequeña estación de policía abandonada, era el lugar indicado por Claire. Entro y alumbrando con ayuda de la linterna, observo que todo está vacío.
-Demonios. –pateo una silla. No quedaba de otra debía seguir emprendiendo la búsqueda.
Pensé, ya estarán lejos de aquí, su dulce rostro juvenil vino a mis pensamientos imaginando lo peor.
-¿Dónde estás niña?
La cabeza iba a estallarme de tanto pensar, ¿lo había encontrado? ¿Le habrá hecho algo? Eran equipos rivales pero su pasión era más fuerte, seguro estará besando esos labios rojos y fríos, perro con suerte. Lance un grito para aplacar mi cólera.
-Ni siquiera tengo el comunicador para ver donde… -a unos pasos había un teléfono público. –Por Dios, que bajo he caído.
Llame a Claire y le conté mi situación, ella encendió el localizador de mi intercomunicador y me dio su ubicación exacta.
Corrí a su encuentro y a lo lejos vi una pequeña fogata y dos personas, apague la linterna para no ser visto y veo en el suelo mi arma.
-Se le habrá caído. –la empuño con firmeza, me voy acercando poco a poco y me detengo un segundo a oír las conversaciones entre ambos.
-Esta maldita cosa no ha dejado de sonar. –oí decir sacando mi fiel teléfono.
-Arrójalo por ahí… -oí una voz masculina, estaba más que seguro que era Esteban.
-No puedo, por ahí necesitaremos ayuda, ya que perdiste el arma que te di. –aquel hombre le quita el dispositivo de las manos y cuando va a arrojarla al fuego.
Salgo de entre las sombras apuntando firmemente sin que el pulso me tiemble, la miro a ella con cierto recelo.
-Tú y yo luego hablaremos Svetlana. –ella se pone de pie. –lánzalo a mis pies.
-¿Qué es esto? ¿Quién es él?
-¡Que lo lances! –lanza mi intercomunicador. –recógelo Svetlana. –mientras ella lo coloca en mi bolsillo. –te dije que me esperaras.

(Continuará…)

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