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lunes, 30 de marzo de 2020

El deseo de Perséfone (Parte 7)

MÁS QUE UNA TAZA DE CAFÉ

(ATENCIÓN: El material a continuación contiene escenas de sexo explicito solo apto para mayores de 18 años.)




(...) -El tiempo casi no paso. –guardo la tiara en un cajón y cierro las ventanas porque una feroz tormenta se aproxima.
Despierto a Liz y le digo que debe regresar a su casa, miro la ventana y veo los truenos como iluminan el cielo y como poco a poco va nublándose, y cubre al sol.
-¡Leo!
-¿Qué papá?
-No iras al colegio así.
-Está bien…
-Cierra bien todas las ventanas hija.
-Ya las cerré papá.
-Iré al trabajo cariño, no salgas. Nos vemos en la noche.
Tomo mi laptop y comienzo a investigar sobre mis sueños. Poniendo palabras clave como: “jardín”, “Koré”, “manzanas doradas”, “rosa azul”, “invernadero acampanado”. Me tomo de la cabeza y suspiro. Tocan el timbre, dejo mi laptop y salto de la cama, y bajo los escalones de la casa.
-¿Quién?
-Soy yo Leonor. –abro la puerta con el pasamanos puesto y veo a Hades empapado. Vuelvo a cerrarla y la abro tan solo un poco, y él la empuja y me abraza. –pensé que Hera te había hecho algo.
-No, estoy bien. –lo miro a los ojos fijamente.
-¿De verdad estas bien?
-Claro.
-¿Puedo pasar?
-No puedes.
-¿Por qué no?
-Mi padre.
-¡¿Dónde está ese mortal?!
-Lo que pasa es que… vas a romper toda la casa. –vuelve a una estatura normal.
-¿Ahora puedo?
-Si claro, pasa.
-¿Tienes… un lugar donde pueda cambiarme?
-Si claro, ven. –subo las escaleras, mientras el va quitándose el saco y la camisa. –este es el baño aquí tienes ducha, agua caliente/fría, emm… toallas. –miro a sus ojos y él mira a los míos sin sacarme la vista de encima. Mi respiración comienza a agitarse poco a poco.
-¿Quieres bañarte conmigo? Digo, porque estas dentro de la ducha.
-No, disculpa. ¿Quieres que te traiga algo? ¿Una toalla? ¿Ropa?
-Sí, dentro del auto tengo ropa. –pone la mano en su bolsillo y saca la llave. –tómala. –la tomo y él me toma de la mano y me jala hacia su pecho quedando sumamente cerca. Respiro cerca de sus labios y rosa su nariz contra la mía.
-Hades, ¿Por qué haces esto?
-¿Estás segura que no quieres bañarte conmigo?
-Muy segura. –cuando abro la puerta para salir, él la cierra con fuerza y me pone sus brazos para que no pueda escapar.
-¿Por qué me esquivas?
-Porque mi padre vendrá y te encontrara, y tú debes regresar al inframundo.  –agacha su cabeza.
-Si lo sé.
-¿Quieres tomar algo caliente?
-Un café estaría bien. –lo dice mientras entra a la ducha. Me volteo y observo que tiene fuertes cicatrices en su espalda y sus brazos.
-Hades…
-¿sí? –se queda viéndome.
-¿Qué son esas cicatrices? –sale de la ducha en bóxers y se para frente a mí, mientras las miro con dolor y las acaricio despacio.
-¿éstas? –acaricia una en su pecho. –son marcas de guerra. –se pierde en sus pensamientos. –Antes que la tierra fuese repartida… -se vuelve a perder en sus memorias. –la guerra contra Cronos. –respondo al mismo tiempo que él. Hace una sonrisa entrecortada y me acaricia el mentón. –Eres muy lista.
-iré mejor a buscar tus cosas, ya regreso. –abro la puerta para irme nuevamente, y bajo las escaleras mientras Hades me queda observando con pena.
Tomo un paraguas y salgo afuera, llovía torrencialmente, apretó un botón de la llave que me dio Hades y se prende la radio. Apretó otro y se desactiva la alarma.
-Maldita radio. –la apago y tomo su traje que está dentro de un protector, lo llaveo nuevamente. –llamare a Liz esta vez me va a creer. ¿Hola Liz? Soy Leo, Hades está en mi casa.
-Amiga ¿ya si? Deja de soñar.
-¿Porque no me crees? Juro que digo la verdad.
-Ash, está bien. Por donde entro.
-Sube por mi ventana te la dejare abierta. –corto el teléfono y entro a la casa. Abro la puerta del baño. –Hades…
-¿Sí?
-Aquí esta tu ropa… -quedo viéndolo como tonta como se baña, con un cuerpo fabuloso por donde se lo viera. Muerdo mis labios y lo observo mientras lava su cabello y el agua recorre su rostro hasta su pecho. Me recuesto contra el marco de la puerta,  abrazo su traje y suspiro. Se voltea y me ve.
-¿Qué miras? –me asusto y giro rápidamente mi cara.
-Am… nada, solo te traje tus cosas, te las dejo aquí colgadas. Iré a hacerte el café. –salgo huyendo y me meto a mi cuarto totalmente sonrojada, doy un suspiro y me dirijo hacia la ventana abriéndola.
-¡Bu!
-¡Estúpida! ¡Me asustaste! –Liz se comienza a reír.
-¿Y dónde está el papi rico?
-Escúchame una cosa, iré abajo a hacer un café para él, está en el baño bañándose. No se te ocurra ir.
-¿Yoooo?
-Si tu, te conozco Liz quédate aquí.
Bajo hacia la cocina a hacer el café y ella se sienta en la cama a esperar.
-Ufff… que aburrimiento, ¿y si solo voy a echar un vistazo pequeñito? No creo que se enoje. –Hades comienza a llamarme desde el baño y Liz imita mi tono de voz. – ¿Si?
-Puedes venir un momento por favor, necesito pedirte algo.
-Si ahí voy. –observa que la puerta esta entreabierta y va a echar un vistazo. Y él está de espaldas con la camisa puesta hablando por teléfono.
-… Si, dile a Tanatos que se encargue por unos días… -corta. – ¿y tu quien eres?
-Mucho gusto. –extiende su mano. –soy amiga de Leonor, Liz. –Hades estrecha su mano y la trae cerca de él, estando cerca de sus labios.
-¿Qué mirabas?
-Am… no solo quise ser cortés, ya que ella está en la cocina haciéndole un café, me pidió que la ayude en todo. –muerde sus labios mientras mira su pecho.
-Que descortés soy, me llamo Hades. –ella levanta una ceja.
-¿El dios de la muerte?
-Sí. –la acorrala. –el dios de la muerte. –todo el cuerpo de Liz se estremece.
-Ufff… nadie había provocado esto en mí. –Hades se ríe entrecortado de manera picara.
-Si quieres, puedo enseñarte lo que hago. –entrecierra la puerta.
Comienzo a subir con el café en la mano lleno de espuma.
-Espero le guste mi café especial. –me sonrío bajito.
Entro al cuarto y no veo a Liz, miro extrañada por todos lados pero no está, y comienzo a escuchar gemidos y risitas cómplices. Me pongo seria y me dirijo al baño, observo que la puerta está entre abierta y escucho ruidos de besos, trago saliva, siento un nudo en el estomago y en la garganta.
Asomo mi cabeza y veo a Liz recostada contra la pared y Hades besándola apasionadamente, sosteniendo una de sus piernas con una  mano. Ella con su minifalda recogida hasta la cintura y él con su pantalón desprendido y su camisa hasta la mitad de su espalda.
Me tape la boca para no decir nada y veo que el aprieta su cuerpo contra el de ella con lujuria, Liz mete su mano sobando el miembro de él y jala el cabello ubicado en su nuca, mientras las lagrimas caían por mis mejillas. Hades la sostiene con fuerza de la cintura con otra mano, mientras ella se corre su ropa interior a un costado.
Apreté mis labios con fuerza conteniendo la rabia que sentía dentro de mí al sentir la traición de quien decía llamarse mi amiga, y a quien había confesado por teléfono que estaba enamorada de Hades, ella, que me había visto con él a la entrada de mi casa besándonos. Más lágrimas recorrieron mi mejilla y mis ojos se empañaron de odio, mientras los veía besándose en mi propia casa y a punto de hacer el amor. Presione con fuerza mi mano contra la taza de café que había preparado con tanta dedicación, que aquella taza se rompe en mis manos cortándome la palma.
-¡Leonor! –suelta a Liz y ella se baja la minifalda.
-¿Cómo pudiste Liz? –la miro con odio.
-Amiga, lo juro. Él me sedujo.
-Fuera de mi casa.
-Pero Leo…
-Dije fuera. –ella se marcha avergonzada y sale corriendo. Quedo viendo a Hades mientras la sangre comienza a caer al suelo.
-Te cortaste, déjame ayudarte. –quiere sostenerme la mano que tengo herida y la quito.
-Quiero que te vayas. –digo tragándome mi propia cólera.
-Leonor… tienes que oírme.
-Vete…
-Leonor yo…
-Vete Hades, y no regreses.
-Por favor tienes que escuchar… -lo abofeteo, y me caen las lagrimas.
-No quiero volver a verte en mi vida. Fuera de mi casa, ¡LARGATE! –se marcha completamente dolido.
Envuelvo mi mano con una toalla y limpio el café mientras mis lágrimas caen sobre el suelo, y restriego el piso. Una vez todo limpio voy a mi habitación, comienzo a curarme la mano sacando los restos de lascas con una pequeña pinza, envuelvo mi mano con una gaza y me acuesto la cama rompiendo en llanto, hasta que finalmente me quedo dormida.
Había un cactus en mi habitación, que jamás lograba que floreciera o que diera mas espinas o que siquiera creciera, ese día el cactus dio una hermosa flor violácea y mi cabello comienza a crecer desmedidamente. Comienzo a soñar que estoy sentada en los jardines del Olimpo frente aquellos rosales azules y veo una mujer muy joven con ropas blancas y su cabello completamente blanco de ojos color miel.
-¿Abuela?
-Mi bella Leonor. –acaricia mi rostro y se sienta junto a mí.
-¿Qué haces aquí?
-Grandes cosas vienen para ti cariño, debes confiar y ver con otros ojos lo que te está ocurriendo.
-Abuela, no quiero esto.
-Lo sé cariño, pronto acabará. –su voz comienza a distorsionarse.
-¿Abuela? ¿Qué te ocurre? –Su mano se desliza a mi cuello y comienza a ahorcarme, sus ojos se voltean quedando completamente en blanco, sus dientes se vuelven puntiagudos y brota sangre oscura de su boca. –Abuela. De-ten-te. –tomo sus manos y comienzo a jalarlas para que deje de ahorcarme porque estoy quedándome sin aire pero siento que me ahorca con más fuerza. –Para… por fa-vor.
-Te llevare al inframundo conmigo y no volverás a la tierra. –sus cabellos comienzan a transformarse en horribles serpientes y comienza a abrir su boca de tal manera que se parten los huesos de su quijada, lanza un grito aterrador y pérfido.
-¡¡Nooooo!! –grito asustada, sentándome en la cama y me despierto sudorosa. Miro mi reloj y ya eran las siete en punto de la mañana. Me paro frente al espejo, y me asombro al ver mi cabello estaba extremadamente largo. Tocan la puerta de mi habitación.
-¿Quién?
-Soy yo cariño debes ir al colegio.
-Si ahora.
-¿Puedo pasar?
-¡NO! Es que… em… me bajo la regla. No puedes entrar papá.
-Mmm… bueno hija vístete pronto y ven a desayunar.
-Me hago una trenza y luego me hago un rodete. –me pongo un poco de maquillaje para tapar mis bolsas de tanto llorar y bajo abajo, mi padre esta bebiendo su café.
-Ummm… cariño se te ve muy bien ese peinado, estas muy bonita.
-Gracias papá, me voy estoy atrasada, te veo luego.
-Hija come algo.
-Llevo dinero no te preocupes. Am, papá…
-¿Si cariño? –me siento a su lado.
-Papá, quiero cambiarme de casa.
-¿Y porque? Acaso no te gusta esta.
-me trae muchos recuerdos de mamá. Creo que, nos haría bien mudarnos, cambiar de ambiente, tú sabes. –suspira mi padre. –estaba pensando en algo cerca de tu trabajo, así podemos pasar más tiempo juntos, tus viajes  serian más cortos.
-No lo sé cariño, debo pensarlo.
-Por favor papá, por mi cumpleaños que ya queda poco para que llegue. –mi padre queda viéndome.
-está bien, pero con una condición. –lo miro feliz y atenta. –haremos una cena formal en tu cumpleaños e invitaremos a mi jefe. Necesito un aumento.
-Gracias papá. –lo beso y me marcho contenta de la casa camino al colegio.
Comienzo a caminar y voy hacia la parada del autobús. Pensando en lo que había pasado ayer a la tarde, como Hades acariciaba el cuerpo de Liz con deseo, la imagen no se me borraba de la cabeza. Su pantalón desprendido, su espalda moviéndose con lujuria apretando el cuerpo de mi amiga.
Subo al bus cabizbaja y me siento mirando la ventana, suena mi teléfono.
-¿Hola?
-Leo… no me cuelgues por favor. –cuelgo el teléfono. Comienza a sonar de nuevo, miro la pantalla y es número desconocido, pongo en silencio el celular. Sube Liz y se sienta a dos asientos de mí.
Bajamos del autobús y camino lentamente, sin mucha prisa, Liz se acerca a mi lado.
-Leo, necesitamos hablar.
-¿De qué?
-Lo de ayer… mira, lo siento. Perdóname, eres mi mejor amig… -la dejo hablando sola y me voy a mi clase.
Me siento en mi pupitre y miro hacia afuera, miro mi teléfono y tenía 58 llamadas perdidas de Hades y un mensaje que decía “Voy a buscarte”, sigo viendo hacia afuera y observo que el profesor comienza a actuar extraño.
-Señorita Leonor, salga de la clase su padre vino a buscarla.
-¿Mi papá?
-Sí, ya retírese. –me pongo de pie y salgo de la clase, y veo a Hades en el pasillo con los ojos completamente en negro.
Se les vuelve a la normalidad.
-Gracias por salir.
-Te metiste en el cuerpo de mi profesor para que saliera, ¿qué quieres?
-Lo que paso ayer…
-Antes que empieces lo mismo que me dijo Liz, te diré una sola cosa, déjenme sola ¿ok? –me jala del brazo.
-Acaso vas a decirme que no se te acelera el corazón cuando estoy cerca de ti. –lo abofeteo.
-Estas actuando como un verdadero imbécil. –mi rodete se suelta y mi cabello cae al suelo.
-Tu cabello.
-Tuve un ligero percance. Permiso.
-Leo… ¡Leo! Te esperare afuera, ¡me oyes! –termina el horario de clase y salgo afuera el BMW de Hades me sigue. –sube Leonor. –continuo caminando. –Leonor… -dejo de caminar y subo al auto.
-¿Ya? ¿Feliz? –cierra los vidrios.
-No me hagas esto…
-Eres un hipócrita ¿Qué no te haga esto? Estabas por hacerlo con mi amiga, bueno mi ex amiga.
-Está bien, está bien. Si estuve mal lo siento, ella me provoco yo también lo hice. Lo lamento.
-No… ya me voy Hades no quiero estar aquí, te veo y me acuerdo de lo que paso ayer. –me sostiene de la mano.
-No hagas esto Leo… -me suelto y me bajo del auto. Baja del auto y pega la vuelta para detenerme. –espera…
-Noo, déjame.
-Leonor por favor. –trata de abrazarme y trato de zafarme.
-Suéltame.
-No, me volveré loco si no siento tu olor, tu calor. Por favor.
-No… ¡Nooooo! –lo empujo. –me enamore de ti como una estúpida y te metiste con mi mejor amiga, ¿y ahora esperas que te perdone? –me largo a llorar y una lluvia torrencial nos empapa por completo. Me vuelve  abrazar. –no, suéltame. –me pongo a llorar desconsoladamente. Y Hades me sostiene entre sus brazos fuertemente.
-No te voy a soltar otra vez. –me sostiene con una mano de la cintura y con la otra de la cabeza. Lo empujo.
-¡Qué me sueltes te digo! No me volverás a ver.
-¿de qué hablas?
-Me iré de la ciudad con mi padre.
-¿Qué? –llamo a un taxi con la mano.
-lo que oíste. –subo al taxi y cierro la puerta, se queda viendo como me voy quedando totalmente empapado.

El deseo de Perséfone (Parte 6)

HERA Y LA ROSA AZUL DE PERSÉFONE



(...) la mire con cara de desanimada, me frota la espalda. –vamos, te hace falta. Me recuesto a su lado y duermo.
Comienzo a soñar nuevamente que estoy en un bello jardín, amplio por donde se ve y de mis manos comienzan a reverdecer las plantas y las flores abren sus hermosos pétalos, era un lugar muy parecido a la acrópolis, el templo de la diosa Atenea. Y por las columnas reverdecen hermosas enredaderas. Pero las columnas comienzan a derrumbarse y caigo arrodillada llorando, y siento como que algo me jala hacia un pozo pero Hades de sostiene la mano, tratando de jalarme hacia él pero no puede.
-¡¡¡No te sueltes de mi!!! –mis dedos comienzan a resbalarse de los suyos, cuando finalmente me suelto y una capa de vidrio muy gruesa nos separa uno del otro. -¡¡¡NOOOOO!!! ¡¡¡KOREEEE!!! –golpea el vidrio con fiereza. -¡¡KOREEEE!! –y de sus ojos brotan gotas de oro. Y algo comienza a arrastrarme lejos de su vista con una fuerza incomparable. -¡¡NOOOO!! ¡¡¡VUELVE KOREEEEEEE!!! –Y me despierto exaltada.
-¡Hades! –respiro agitada y comienzo a llorar sin razón. –Por Dios que me pasa, ¿porque tengo estos sueños? ¿Por queeeee? –me tomo de los ojos y miro el reloj, son las 4:30 a.m
Me levanto y salgo afuera de la casa y comienzo a recordar cómo me había besado, mientras acaricio mis labios y cierro los ojos.
-Cómo quisiera que este aquí. –miro al cielo. –pero que estoy diciendo, no claro que no quiero, que tonta. –me siento sobre el césped. –Pero por otra parte… -tiro mi cabeza para atrás. –Porque no le dije que si para irme con él. Pero esta papá… -me pongo a pensar.
Me levanto y me pongo a caminar por la calle, llego hasta un parque y veo a unos metros unos hombres bebiendo cerveza, agacho la cabeza y comienzo a acelerar el paso.
-¿A dónde vas hermosa? –me cierran el paso y corro hacia el parque.
-Aléjense de mí. Por favor señores.
-Muchachos miren nos pide por favor.
-Que bello vestido tienes.
-Déjenme, es un regalo. –dije sosteniendo mi vestido.
-¿Te lo regalo el tipo con el que te acuestas belleza?
-Insolente. –lo abofeteo.
-Maldita perra, me hizo sangrar. –me empuja al pasto y se sienta sobre mi pelvis.
-Eso, haz que te respete.
-¡NOOOO, DEJENMEEEE!
-Shhh cállate, lo pasaras rico. –le escupo en la cara. El tipo se quita mi saliva de su rostro y me abofetea. –eres una perra sucia.
-Nooooo, ayudenmeeeee. ¡Hadeeeessss! –comienzan a reír a carcajadas.
-Eso llama a tu noviecito. –se ríen grotescamente. Y comienza a besarme el cuello babeándome  la parte del pecho y rompe mi vestido dejando ver mi sostén. –sigue llamando que me encanta.
-Nooooo. –comienzo a llorar. –déjenme por favor. –pataleo tratando de zafarme.
-No te resistas mi amor. –me besa los pechos por arriba del sostén. Aprieto mis piernas al sentir que ese desagradable hombre comienza excitarse.
-Nooo… -lloro desconsoladamente. –Hades, ayúdame por favor. –mientras sigue besándome aquel imbécil.
De pronto las luces se apagan y unas pisadas que dejaban una marca de fuego azul se dejaban ver en el suelo.
-Cierra los ojos Leonor. –cierro mis ojos y empiezo a escuchar como Hades comienza a despedazar a aquellos hombres, y dejo de sentir el peso del cuerpo de aquel tipo que estaba sobre mí. Comienzo a llorar.
-Ya, por favor. No sigas. –me toma entre sus brazos y cubro mi rostro, se va alejando.
-Ya puedes ver. –me mira con preocupación. – ¿qué hacías allí?
-No podía dormir. –trato de cubrirme como puedo, totalmente avergonzada.
-Perdón por tardar, vine tan rápido como pude. No te hicieron nada ¿no?
-No. –me baja frente a mi casa.
-Debo volver.
-No me dejes, no te vayas. Quédate conmigo, solo esta noche.
-Pero ya amanecerá.
-Te dejare ir, con una condición.
-Dime.
-Vendrás esta noche a quedarte conmigo. –suspira profundo.
-Vamos al inframundo, allí es de noche todo el tiempo. Prometo que te traeré de nuevo.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.
-Entonces vamos. –chasquea los dedos, aun estando yo en sus brazos, y atraviesa una neblina que poco a poco nos cubre. Esperamos al barquero y comenzamos la travesía por el rio Estigia.
Antes de llegar me duermo en sus brazos, y besa mi mejilla. Llegando a su hogar me recuesta en la cama y toca la comisura de mis labios, lo cura y se quita el saco, la camisa y se acuesta junto a mí. Y por primera vez duermo apaciblemente sin soñar nada raro.
Me coloca sobre su pecho y acaricia mi piel con delicadeza con la yema de sus dedos y me observa dormir, suspira profundo y duerme junto a mí.
Entre dormida me despierto sobre el pecho de Hades, miro su torso desnudo entre dormida y lo miro a él que duerme apaciblemente, me pongo de pie y vuelvo a mirar hacia la ventana viendo la ciudad del Inframundo, vacía, sombría y totalmente desolada.
Siento una leve caricia en mi brazo derecho y un beso tierno en la mejilla.
-¿Qué haces despierta y fuera de la cama? ¿Aun quieres escapar?
-Umm… no…
-¿Entonces qué ocurre? –me volteo y lo miro a los ojos.
-Prométeme que si te cuento no te burlaras.
-Claro que no. –acaricia mi mentón.
-He tenido sueños muy extraños, después de que mi madre murió. –vuelvo a mirar hacia la ventana y apoyo mi mano en el vidrio. –sueños… de una vida pasada que tuve. A veces creo que todo esto es un solo sueño y pronto voy a despertar. –acaricia mis hombros.
-Si fuera un sueño, ¿sentirías esto? –besa mi hombro. Sonrío complemente sonrojada, suena su teléfono. - ¿sí? Habla Hades. Está bien ahora voy. –corta la llamada. –debo atender este asunto es importante, estaré aquí dentro si me necesitas, llámame. –besa mi frente.
Toma su camisa y su chaqueta, y sale de la habitación. Espero unos 30 minutos y aun no subía, entonces decido bajar muy sigilosamente y escondiéndome entre la baranda de las escaleras, comienzo a escuchar la conversación de Hades y esa “otra persona”.
-No puedo esperar más Hera, ya quiero decirle la verdad.
-Debes tener paciencia Hades. Deja que ella misma descubra quien es. Si vuelves a ayudarla la volverás a perder y no sabremos cuantos años mas tendremos que esperar. –mientras hablaban pensé, “¿de quién están hablando? –sabes que ese hechizo que tiene no puede deshacerse así por así.
Quiero darme vuelta para volver a la habitación y tumbo un casco de una armadura que estaba ahí parada junto a mí. Hades le hace una seña a Hera que haga silencio.
-¿La trajiste? –susurra Hera. Él le hace un movimiento con la cabeza.
-¿Leonor? ¿Éstas ahí? Ven, baja. –bajo las escaleras como escondiéndome. –acércate. –sonríe entrecortado.
-Umm… Hola… -Hera me mira. 
Hera, esposa de Zeus rey de todos los dioses, diosa protectora del matrimonio, era una preciosa mujer con ojos dorados, sus ojos eran como dos esferas de sol radiantes, tenía una sonrisa picara y a la vez repleta de amor, en su cabeza llevaba una preciosa corona con un corazón en el medio e incrustaciones de amatistas a los lados, era rubia y su cabello estaba semi recogido con bucles que le caían desde atrás y sobre sus hombros, tenía un par de aretes con dos rubíes y un cinturón que en el centro tenía un cisne, estaba anexado a un collar que llevaba hasta su pecho con un gran rubí en el centro y tenia cadenas de oro que iban hasta su hombro y caían por su espalda, y llevaba puesto un vestido blanco con pequeñas gotas de oro sobre la parte de su pecho.
-Leonor ¿no? –asiento con la cabeza y me escondo detrás de Hades. –necesito hablar contigo Linda. –le hace un guiño a Hades.
-Ya regreso. –me susurra al oído. –cuéntale de tus sueños. –besa mi frente. Y se retira. La diosa me invita a sentarme.
-¿Y bien? Cuéntame. Dijo Hades que has tenidos sueños muy extraños. –muevo la cabeza diciendo que si. –quieres relatármelos.
-Sí. –comienzo a explicarle cada uno de los sueños que tuve. Me toma de la mano y me mira a los ojos, y comienza a tener una visión de mis sueños como si fuera ella quien mismo los soñaba.
-Esos sueños están queriendo decirte algo, busca el significado de la palabra “Koré” e investiga todo cariño. Algún día iré a buscarte para llevarte al Olimpo. –se pone de pie. –Hades, ya me voy. –Levanta la mano desde el fondo y continúa viendo unos registros.
-Mi Señora, me gustaría ir al Olimpo con usted. –se agacha.
-Claro cariño, hagamos que Hades enloquezca un poco. –me susurra al oído. – ¡ya me voy hermano!
-Ok…
-Escóndete detrás de mí. –dibuja una holografía mía sentada en el sillón. Toma mi mano y golpea su báculo contra el suelo y vuelve al Olimpo conmigo.
-Acércate linda, te enseñare algo. –me acerco lentamente.
Y me muestra en una fuente la visión del Inframundo. Y veo a Hades caminando hacia el sillón, con un libro en las manos, lo cierra y lo deja sobre un mueble, y se sienta sobre sus pantorrillas hablándome. Apoya una de sus manos sobre la mía que descansa sobre el respaldo del sillón, la toma para besarla y se desarma en sus manos convirtiéndose en polvo dorado.
-¡¡HERAAAAA!! –mira hacia arriba con furia. Hera toca mi hombro y vuelvo a verla a sus ojos.
-Ven, dejémoslo con su cólera. Quiero darte un obsequio. –me da un pequeño baúl. –cámbiate esas ropas.
Me lleva hasta una habitación y cierra la puerta. Me quito el vestido rasgado y abro el baúl, sacando una hermosa túnica de lino blanco y un hermoso cinturón dorado, con una tiara de álamos del mismo color que el cinturón. Me la coloco lentamente y me miro al espejo cuando me pongo la tiara.
-Parezco una diosa. –me sonrió por lo bajo. Hera abre la puerta.
-Leonor… -me llama Hera con su mano. –ven aquí cariño. –salgo afuera y hay un invernadero completamente envidriado exactamente igual como el de mis sueños. –Ven, entremos. Quiero que veas las hermosas rosas que tenemos.
Entro adentro con ella y veo las rosas azules de mi sueño, la miro atónita mientras que ella me ve con amor.
-¿Qué es todo esto?
-¿Qué cosa bonita?
-Todo esto, lo soñé. Las rosas azules, el invernadero envidriado. –me quito la tiara. –la tiara…
-Debes investigar linda. Hay algo muy fuerte ligado a nuestro Olimpo para contigo. –corta y me da una rosa azul.
La sostengo en mis manos y cuando acaricio uno de sus pétalos empiezo a tener visiones, acerca de cómo Perséfone las había creado para Hades.
Una hermosa noche de primavera en luna llena en donde ella usando su magia comenzó a fabricarla pensando en él, después de haber vuelto con su madre Deméter, con bellos destellos que dejaba el roció al amanecer como si fueran pequeños diamantes, delicada, perpetua, sublime por donde se la viera, capaz de nacer en cualquier tipo de suelo por más árido y frio que fuere, en condiciones donde cualquier vegetación moriría aquella bella rosa nacía y perduraba a través de todas las estaciones.
Volviendo el otoño, cuando la lluvia dejaba verse y las hojas de los arboles caían en demasía dejando ver la desnudez de los troncos ya arcaicos por los años, u otros jóvenes por la agraciada primavera en la que notaba su ausencia, aquella rosa crecía con divinidad inigualable. Vi, en ese momento las veces de Perséfone llevaba una rosa azul todos los otoños para él, cada vez que finalizaba el verano ella lo esperaba a él en la entrada del inframundo con una rosa azul. Veía como una película, todas las veces que ella le llevo aquella hermosa flor a él, Perséfone, con distintos colores de atuendos, distintas miradas, distintos peinados, pero siempre el mismo amor.
Arrojo la rosa al suelo y miro azorada a Hera. El cielo se pone gris y comienza a relampaguear.
-Debes volver a la tierra. –saca una manzana dorada de un árbol. –cómela y estarás en casa.
La miro confundida y ella levanta mis manos a mi boca, haciendo señales de que coma. A lo lejos veo que viene Hades en un corcel negro que en sus pisadas dejaba un rastro de huellas flameantes de fuego azul.
-¡¡HERAA!! ¡¡ABREMEEE!! –me ve con la manzana en la mano llevándomela a la boca y con aquella túnica hermosa y la tiara dorada en la otra mano. –¡¡no la comas Leonor!!
Quedo viéndolo y doy un mordisco. Y desaparezco ante sus ojos dejando caer la manzana en el suelo. Aparezco en la entrada de mi casa con el vestido rasgado y la tiara de álamos en las manos. Levanto la vista y miro al cielo.
Entro a mi casa, subo a mi cuarto y me cambio de ropa, mientras escucho que comienza a relampaguear. Miro la hora y son las 5:40 de la madrugada.
-El tiempo casi no paso. –guardo la tiara en un cajón y cierro las ventanas porque una feroz tormenta se aproxima.

jueves, 26 de marzo de 2020

El deseo de Perséfone (Parte 5)


"ÉL ES HADES LO JURO"


-Perse… –susurro al viento estando a un metro y medio de distancia de mí.
-Hades. –dije embobada pero disimulado la baba que me caía al verlo. – ¿Qué haces aquí?
-Se que ha pasado un mes pero, no puedo… vuelve al tártaro conmigo.
-Lo siento pero no.
-Vine del inframundo solo a buscarte. –comenzó a acercarse más.
-No hubieras venido. –sabia que cada palabra que le dijese era una daga en su pecho. Su altura comenzó a disminuir y quedo a una estatura donde podía apreciarlo mejor sin que me diera tortícolis.
-Solo ven conmigo. –me tomo de la mano con suavidad.
-No puedo dejar a mi padre solo. –lo suelto. Resignado pide acompañarme a mi casa pero le digo que no.
-Entonces volvamos al inframundo.
-¡Que no! –Hades lanza un suspiro tirando su cabeza hacia atrás y frotándose el cuello.
-¿Quieres ir a pasear en mi auto? –lo señala con el pulgar. Y con una sonrisa picara muevo la cabeza diciendo que si.
Corro al auto y él me abre la puerta, subo contenta sintiéndome como alguien importante, y veo que pega la vuelta por el cobre de adelante subiendo al mismo.
-¿Dónde quieres ir?
-Donde quieras. –le respondo con una sonrisa en mi rostro.
-Donde quiero, tú no quieres ir. –pensó por un momento. -¿quieres que te lleve a cenar?
-Me gustaría sí, pero… -miro mi vestimenta. –no tengo bonita ropa.
-No importa compramos algo bonito para ti. –acaricia mi barbilla, me sonrojo y bajo la mirada. Me mira por un instante y pone en segunda. –bien, vamos.
Abro la ventana y me recuesto disfrutando del aire en mi rostro, él conducía muy callado y concentrado, hasta que rompí el silencio.
-¿Por qué viniste? –conducía con la mano izquierda y la derecha tenia sobre la caja de cambios.
-Solo quise venir y ya. –me respondió con suma seriedad y en su tono de voz se oía totalmente  frívolo. Lo observé un momento y continúe mirando por la ventana. Detiene el auto y me habla mientras baja. –ven, te pondremos algo bonito.
Comenzamos a caminar por un pasillo repleto de la ropa más fina y sofisticada que mis ojos podían haber visto. Con su risa entrecortada, Hades, se llevaba las miradas de todas las mujeres del lugar.
Su porte elegante, su altura, su piel tersa y pálida, sus cabellos negros desordenados y sus ojos violáceos, eran el centro de atención. Pude ver que tenía un tic nervioso en el que se mordía los labios sin darse cuenta.
Nos paramos frente a una tienda Gucci y me abrió la puerta como todo un caballero, cuando puso el primer pie dentro de aquella tienda de ropa, un viento resoplo todo el lugar, rápidamente una empleada vino a asistirnos.
-¿En qué puedo ayudarlos? –miro a Hades completamente embelesada. Carraspeo por un momento jalándome del brazo me puso frente a él.
-Quiero el vestido más sofisticado y bello que tenga para mi Leonor. –totalmente avergonzada responde la empleada.
-Claro tenemos muchos de esos, acompáñenme por aquí. –la seguimos y le hice una mirada cómplice mientras le di leves golpes con mi codo.
-¡Basta! –murmuro.
Mientras nos enseñaba los vestidos y hacia voces de las telas, botones y demás cosas con las que contaba.
-Disculpe, Señorita. No me gusta ninguno, son muy reveladores. –lo deje solo mientras veía otros vestidos y le sonreía a otra de las empleadas que estaba siendo cortés conmigo. Mientras él me mira de reojos. –quiero algo que la haga lucir más hermosa de lo que ya es. También unos zapatos me gustarían.
La empleada que estaba con Hades me hace un movimiento con la mano y me lleva al cambiador, me pasa el vestido color borgoña que él había elegido para mí y unos zapatos del mismo tono. Mientras que él se dirigía a la caja para pagar.
La empleada tomo una hebilla para el cabello con incrustaciones en diamantes y recogió mi cabello dejando caer unas mechas, y me dio finalmente un sobre de gamuza del mismo tono que el vestido. Me vio, se sonrió y me dijo que podía irme.
Hades me esperaba afuera recostado sobre un poste de concreto, cierra sus ojos, como deleitándose, al sentir el aroma de mi perfume que podía sentirlo a kilómetros de distancia, y me ve, hermosa, radiante,  sofisticada con aquel bello vestido que había escogido para mí. Fue a mi encuentro y tomo mi mano para ayudarme a bajar del escalón.
-Te ves, hermosa… radiante. –me sonroje y agache mi cabeza. Mientras él se deleitaba viéndome.
-¿Vamos a comer? Muero de hambre.
-Claro. –caminamos hacia el auto y abrió mi puerta.
Llegando al lugar, me ayudo a bajar y tomo mi mano, y nos llevaron hasta la mesa en donde cenamos.
-Hades…
-Dime…
-Me duelen los pies, ¿me puedo quitar los zapatos?
-¿Acaso no son de tu talla?
-No, no es eso. Son hermosos y muy finos pero… no estoy acostumbrada a caminar con ellos. –hizo una risa de costado y asentó con la cabeza.
-Está bien quítatelos.
Lance un gran suspiro al sentir mis pies en el frio suelo del restaurante y le sonreí amablemente. Me conto de su vida y su descendencia, cosas que ya sabía, le conté de la mía y sobre que mi cumpleaños se acercaba, sobre mi abuela que era sacerdotisa de Apolo y un par de cosas más.
Luego de cenar me llevo hasta mi casa, no tenía idea de la cena en la casa de mi padre, la había pasado tan bien con Hades que absolutamente todo lo había olvidado.
Estacionó a una cuadra de mi casa y llevando él mis zapatos, me acompaño hasta la entrada.
-Debo regresar al inframundo.
-Lo sé, estuvo delicioso todo. Y… gracias por la ropa. –mi amiga Liz estaba viendo escondida de entre los arbustos de mi casa.
-No fue nada, te vez muy hermosa con ella puesta. –recogió mi cabello detrás de mi oreja. –ya debo irme Leo, solo me permitieron quedarme unas horas fuera. –mordí mis labios por dentro.
-Me gustaría que te quedaras más tiempo. –toma mi bolso con sus manos, lo abre, saca mi celular y anota su número. Movió sus labios como diciendo unas palabras en griego antiguo, unos pequeños lazos azules envolvieron el teléfono y lo volvió a guardar. –llámame, y háblame cuando desees.
Tomo mi barbilla con su dedo pulgar y su dedo índice, la levanto solo un poco y fue acercándose lentamente mientras su respiración fría reflotaba en mis labios, y su nariz rosaba con la mía haciendo desear sentir su boca, me beso tiernamente como despidiéndose para siempre de mí y de mis ojos brotaron lagrimas. Se alejo solo un poco rosando nuevamente su nariz contra la mía.
-Ya debo irme Leonor. –seco mis lagrimas y beso mi frente. –entra, no quiero que me veas cuando me marcho. –lo abrace fuertemente y él se escondió en mi cuello por un instante para que el aroma de mi piel penetrara en su ser. –ya, entra.
Abrí la puerta y entre, miró su mano izquierda y aun tenia los zapatos, comenzó a caminar en dirección al auto, subió y se fue.
Tocan nuevamente la puerta, corrí ya que por un momento pensé que era Hades. Abrí la puerta con euforia y vi a mi amiga Liz.
-¿Con que te estabas besuqueando con ese papacito y no me contaste nada?
-Ah… Liz, hola
-¿Hola? Esperabas a alguien más, perra. Déjame pasar. –cierro la puerta de mi casa.
-Shhh, no hagas ruido mi papá está durmiendo. –ella me mira de pies a cabeza y murmura.
-¿Y ese vestido?
-Ahora te cuento, sube. –le doy una cerveza.
Subimos a mi cuarto de puntitas.
-Ahora si Leonor me cuentas, quien es ese papacito y qué paso. Últimamente andas muy rara.
-Es que si te  digo no me vas a creer.
-A ver, hagamos esto, prometo no interrumpir. Primeo me dices quien es, luego me cuentas que paso entre ustedes, pero me cuentas TODO, y finalmente te doy mi veredicto. Qué te parece.
-Está bien… -comienzo a contar desde el principio absolutamente todo lo que me había pasado con Hades, pero Liz queda seria y atónita a lo que le había contado por un momento pensé que me había creído. –…y así paso todo, ¿Qué opinas? –toma un sorbo grande de cerveza.
-Me estás diciendo que Hades era ese hombre súper apuesto, y que puede controlar su estatura, y te regalo este hermoso vestido Gucci y que también estuviste muerta.
-Así es
-No sé si reírme o llamar al manicomio.
-Amiga, Liz lo juro es así.
-Te estás volviendo loca igual que tu madre de tanto leer esos libros y fantasear con el extraño del auto… -por un momento se detuvo a pensar. – ¿es él? ¿Es el del auto?
-Nooo… es Hades.
-Cariño eso es solo una fantasía.
-Liz te lo juro, me llevo a cenar y nos besamos, siento escalofríos cuando lo hace.
-Sabes que, ¡está bien! ¡Lo acepto si no me quieres decir su nombre! Pero amiga, estas mal debes de ver a un psicólogo.
-Te digo que ¡¡¡es el!!! ¡¡¡Es Hades!!! Mira, para que me creas tengo su número, me dio su número. Ahora mismo lo llamo y te compruebo.
Le marco a su celular y pongo en alta voz, comienza a sonar el tono y en su número de teléfono aparece muchos números uno. Liz me mira y levanta una ceja.
-Ya verás… atiende por favor. –el celular suena y cae el contestador. –debe estar ocupado en el tártaro. –Liz me mira con pena, mientras trato de comunicarme nuevamente.
-Ya Leo… no sigas, me das pena amiga.
-Pero que si es él. –me toma de los hombros y me mira fijamente.
-Debes, de dejar de consumir lo que estas fumando, eso te hace mal, ¿entiendes?, vamos a dormir, seguro estas cansada. –la mire con cara de desanimada, me frota la espalda. –vamos, te hace falta. Me recuesto a su lado y duermo.

lunes, 16 de marzo de 2020

AVISO IMPORTANTE

Estimados lectores no estaré subiendo entradas esta semana. Debo hacer correcciones de la quinta parte de "El deseo de Persefone", sepan disculpar las demoras.

domingo, 15 de marzo de 2020

El deseo de Perséfone (Parte 4)

LEONOR REGRESA A CASA

Cierro el placar sin decir nada, y dejo que mi imaginación infantil y podrida imagine cosas puercas como es debido.

Siento celos y decepción, rabia y tristeza. Todo este tiempo estaba seduciéndome, pensaba mientras mordía mis labios por dentro.
-¿y si me tiro de nuevo al rio Estigia? No, mejor no. –observo por la ventana y Hades volvía de su “reunión” y veo que entra a prisa a la casa. Tomo mi libro rápidamente limpio la mesa, y me hago la que sigo leyendo.
-¿Leonor? –abre la puerta. Lo miro con los labios apretados y mordiéndolos por dentro. -Aun estas aquí.
-sí, si quieres me largo para que te puedas revolcar a tu antojo con una de tus ninfas.
-¿Quee? –me tapo la boca con ambas manos y lo miro apenada.
-Lo lamento, lo siento de verdad, no sé lo que dije. Perdóname. –quedo viendo su cabello, con la boca entre abierta. – ¿te cortaste el cabello?
-así es. –se vuelve a sonreír de costado. -¿te gusta? –asiento con la cabeza.
-sí, te queda muy bonito. –me queda viendo a los ojos.
-¿como sigue tu herida?
-creo que esta sanando.
-es buena noticia.
-oye Hades, este es tu cuarto verdad.
-así es.
-es el único que tienes. –se queda callado por un momento.
-si… -levanto una ceja.
-tienes esta casa enorme y solo tienes este cuarto.
-así es. Lo que ocurre es que las demás habitaciones son una ilusión para que te pierdas en ella, sabía que si te despertaras la primera vez intentarías escapar, así que la hice como un laberinto. –toma el libro entre sus manos. –y este, ¿es tu libro favorito?
-sí. –se lo quito rápidamente de sus manos. –sí, y no me gusta que lo toquen. –me dirijo a la cama para recostarme. -¿Cómo volveré a la tierra?
-Caronte te llevara.
-¿y cuándo será eso? –Hades mira hacia a un lado.
-ya te lo dije, cuando te recuperes.
-pero estoy bien, ya puedo irme.
-s…Si pero…
-es que en la tierra tengo a mis amigos, a mi padre. Tengo la escuela que aunque apesta es bonita.
-y a James ¿no?
-¿James? –se sonríe y baja la mirada.
-sí, James. El joven al que miras obsesionada.
-¿se llama James? –asienta con la cabeza. -¡Oh por Dios! Ya se su nombre. Lo había olvidado por completo al chico del porche negro. –sonrío con cara de idiota pensando en él. Hades levanta una ceja totalmente serio. – ¿entonces ya puedo irme?
-así es.
-¡Pues vamos, que esperas!
-Leonor yo…
-¿sí? –se para frente a mí y me toma ambas manos mirándome fijamente a los ojos.
-Yo… -mira mis labios y ese silencio incomodo se hace nuevamente presente, lame sus labios que se secan por la brisa de su misma respiración. –Yo te llevo al puerto.
Llegamos al puerto y baja Hades el auto y me ayuda a bajar como el caballero que es nos paramos frente a las aguas del rio Estigia frente a frente.
-Solo queda agradecerte.
-No hay de qué. No olvides tu libro. –lo hace aparecer en sus manos. Lanzo una sonrisa y lo tomo.
-claro que no. –me da una moneda.
-lánzala al agua y Caronte te llevara a casa. Adiós. –se va caminando, pero se detiene y vuelve a donde estoy. –Perdóname por lo que hare. –me besa sin medir palabras, tomándome del rostro. Lo abrazo parándome de puntitas y correspondo a su beso, y hundo mi dedos entre sus cabello negro. Nos besamos por unos 20 minutos y vuelve al auto, retrocede y se marcha sin decir ni una sola palabra.
Mientras observo cómo se va, toco mis labios y suspiro hondo viendo el rio, arrojando la moneda y diviso a lo lejos al barquero Caronte. Hades para a unos metros y observa por el espejo retrovisor como subo al barco, se baja del auto sin importar que lo vea.
-Leonor… Leonoooorrr… -pero el barco se aleja tanto que no puedo oírlo, corre al puerto. Y cae rendido al suelo de rodillas. –Perse… -susurra al viento.
El barquero para frente al otro puerto, me bajo sin decir nada y veo una cueva profunda, y comienzo a caminar adentrándome en ella, y al final veo una luz incandescente que enceguece mi mirar. Cruzo aquel umbral y salgo frente a mi casa. Me volteo a ver si aun estaba aquella cueva pero ya no había más nada.
Corro a mi casa y toco la puerta, mi padre la abre con sus ojos empañados en lágrimas y me abraza con fuerza.

-Cariño, hija mía. Pensé que te había perdido.
-papá te extrañe muchísimo. –lloro en su hombro. –papito querido.
Hades mira el reflejo de lo que acontecía en mi casa con mi padre en una fuente donde podía ver lo que hacía cada humano. Sus pelos completamente despeinados, con una botella de whisky en la otra mano golpea el agua y bebe un poco más para luego arrojarla contra la pared.
-¡¡MI PERSÉFONE!! –con su corazón destrozado por el abandono que había ocasionado en su vida, se da a la bebida. –maldita sea mi suerte. –se deja caer en el suelo.
Los días fueron transcurriendo con normalidad para mí, había vuelto a la escuela, veía a James y la rutina comenzó a regresar, pero estaba feliz de ello.
Una noche mientras dormía comencé a soñar nuevamente pero este no era un sueño como lo demás era aun mucho más raro. Comencé a soñar con Hades y los momentos que habíamos pasado juntos, era como una película que avanzaba rápido y al final veía oscuridad y el susurro de Hades al viento “Perse…”, y sentía que volvía a caer al rio Estigia pero esta vez nadie me salvaba.
No podía dormir por noches soñaba lo mismo y amanecía sudorosa transpirada con dolores de cabeza, algunas veces hasta ahogada. Me senté en la cama y deje que pasara la mañana al otro día me levante entre dormida.
-Cariño, hoy vendrá mi jefe a cenar quiero que estés radiante, ¿si princesa?
-Ajam… -bostezaba.
-Adiós cariño, nos vemos a la noche.
-si como digas papá, Adiós. –me acuesto en la mesa al lado de mi cereal y me duermo profundamente.
Comienzo a roncar con la boca abierta y me asusto de mis propios ronquidos y me despierto, miro a ambos lados y me percato que aun sigo en casa, me rasco la cabeza y me doy cuenta que no fui al colegio. Miro la hora y me percato que papa está por llegar, limpio rápido lo que había ensuciado y me largo de casa a caminar por ahí.
-como pude haberme dormido. Papá me va a matar, su jefe vendrá y no hay nada preparado. –comienzo a pensar y un auto a unos metros me sigue sigilosamente.
Saco mi celular y miro por el reflejo de la pantalla que hay un BMW M4 color negro siguiéndome, guardo nuevamente el teléfono y acelero mis pasos, el auto comienza a acelerar su marcha, pero siempre detrás de mí. Me hago la tonta y la distraída, y empiezo a trotar, el auto sigue a mi lado.
Comienzo a asustarme y del trote paso a correr tanto como puedo, mientras que aprieto mis labios tragándome los gritos que los ahogo en mi garganta.
-¡Leo! –detengo el paso y el auto frena, miro sobre mi hombro derecho y suspiro asustada. Abren la puerta del auto y un hombre vestido muy fino completamente de negro con una corbata de color rojo sale hacia afuera, y escucho que cierran la puerta. –Leonor… -me volteo lentamente, y pienso, “si he de morir qué más da, volveré de nuevo al inframundo”.
Y para mi sorpresa era Hades, estaba más hermoso que nunca, quede de boca abierta viéndolo, su saco y su pantalón de raso dejaba reflejar la luna, mientras que solo escuchaba el ruido de sus mocasines de charol dar pisadas en dirección a mí. Su camisa negra hacia un juego excelente con su pelo enmarañado, y mientras que su corbata rojo sangre daban la perfecta unión con sus labios.
-Perse… –susurro al viento estando a un metro y medio de distancia de mí.