"ÉL ES HADES LO JURO"
-Perse…
–susurro al viento estando a un metro y medio de distancia de mí.
-Hades.
–dije embobada pero disimulado la baba que me caía al verlo. – ¿Qué haces aquí?
-Se
que ha pasado un mes pero, no puedo… vuelve al tártaro conmigo.
-Lo
siento pero no.
-Vine
del inframundo solo a buscarte. –comenzó a acercarse más.
-No
hubieras venido. –sabia que cada palabra que le dijese era una daga en su
pecho. Su altura comenzó a disminuir y quedo a una estatura donde podía
apreciarlo mejor sin que me diera tortícolis.
-Solo
ven conmigo. –me tomo de la mano con suavidad.
-No
puedo dejar a mi padre solo. –lo suelto. Resignado pide acompañarme a mi casa
pero le digo que no.
-Entonces
volvamos al inframundo.
-¡Que
no! –Hades lanza un suspiro tirando su cabeza hacia atrás y frotándose el
cuello.
-¿Quieres
ir a pasear en mi auto? –lo señala con el pulgar. Y con una sonrisa picara muevo
la cabeza diciendo que si.
Corro
al auto y él me abre la puerta, subo contenta sintiéndome como alguien
importante, y veo que pega la vuelta por el cobre de adelante subiendo al mismo.
-¿Dónde
quieres ir?
-Donde
quieras. –le respondo con una sonrisa en mi rostro.
-Donde
quiero, tú no quieres ir. –pensó por un momento. -¿quieres que te lleve a
cenar?
-Me
gustaría sí, pero… -miro mi vestimenta. –no tengo bonita ropa.
-No
importa compramos algo bonito para ti. –acaricia mi barbilla, me sonrojo y bajo
la mirada. Me mira por un instante y pone en segunda. –bien, vamos.
Abro
la ventana y me recuesto disfrutando del aire en mi rostro, él conducía muy
callado y concentrado, hasta que rompí el silencio.
-¿Por
qué viniste? –conducía con la mano izquierda y la derecha tenia sobre la caja
de cambios.
-Solo
quise venir y ya. –me respondió con suma seriedad y en su tono de voz se oía
totalmente frívolo. Lo observé un
momento y continúe mirando por la ventana. Detiene el auto y me habla mientras
baja. –ven, te pondremos algo bonito.
Comenzamos
a caminar por un pasillo repleto de la ropa más fina y sofisticada que mis ojos
podían haber visto. Con su risa entrecortada, Hades, se llevaba las miradas de
todas las mujeres del lugar.
Su
porte elegante, su altura, su piel tersa y pálida, sus cabellos negros
desordenados y sus ojos violáceos, eran el centro de atención. Pude ver que
tenía un tic nervioso en el que se mordía los labios sin darse cuenta.
Nos
paramos frente a una tienda Gucci y me abrió la puerta como todo un caballero,
cuando puso el primer pie dentro de aquella tienda de ropa, un viento resoplo
todo el lugar, rápidamente una empleada vino a asistirnos.
-¿En
qué puedo ayudarlos? –miro a Hades completamente embelesada. Carraspeo por un
momento jalándome del brazo me puso frente a él.
-Quiero
el vestido más sofisticado y bello que tenga para mi Leonor. –totalmente
avergonzada responde la empleada.
-Claro
tenemos muchos de esos, acompáñenme por aquí. –la seguimos y le hice una mirada
cómplice mientras le di leves golpes con mi codo.
-¡Basta!
–murmuro.
Mientras
nos enseñaba los vestidos y hacia voces de las telas, botones y demás cosas con
las que contaba.
-Disculpe,
Señorita. No me gusta ninguno, son muy reveladores. –lo deje solo mientras veía
otros vestidos y le sonreía a otra de las empleadas que estaba siendo cortés
conmigo. Mientras él me mira de reojos. –quiero algo que la haga lucir más
hermosa de lo que ya es. También unos zapatos me gustarían.
La
empleada que estaba con Hades me hace un movimiento con la mano y me lleva al
cambiador, me pasa el vestido color borgoña que él había elegido para mí y unos
zapatos del mismo tono. Mientras que él se dirigía a la caja para pagar.
La
empleada tomo una hebilla para el cabello con incrustaciones en diamantes y recogió
mi cabello dejando caer unas mechas, y me dio finalmente un sobre de gamuza del
mismo tono que el vestido. Me vio, se sonrió y me dijo que podía irme.
Hades
me esperaba afuera recostado sobre un poste de concreto, cierra sus ojos, como
deleitándose, al sentir el aroma de mi perfume que podía sentirlo a kilómetros
de distancia, y me ve, hermosa, radiante,
sofisticada con aquel bello vestido que había escogido para mí. Fue a mi
encuentro y tomo mi mano para ayudarme a bajar del escalón.
-Te
ves, hermosa… radiante. –me sonroje y agache mi cabeza. Mientras él se
deleitaba viéndome.
-¿Vamos
a comer? Muero de hambre.
-Claro.
–caminamos hacia el auto y abrió mi puerta.
Llegando
al lugar, me ayudo a bajar y tomo mi mano, y nos llevaron hasta la mesa en donde
cenamos.
-Hades…
-Dime…
-Me
duelen los pies, ¿me puedo quitar los zapatos?
-¿Acaso
no son de tu talla?
-No,
no es eso. Son hermosos y muy finos pero… no estoy acostumbrada a caminar con
ellos. –hizo una risa de costado y asentó con la cabeza.
-Está
bien quítatelos.
Lance
un gran suspiro al sentir mis pies en el frio suelo del restaurante y le sonreí
amablemente. Me conto de su vida y su descendencia, cosas que ya sabía, le
conté de la mía y sobre que mi cumpleaños se acercaba, sobre mi abuela que era sacerdotisa
de Apolo y un par de cosas más.
Luego
de cenar me llevo hasta mi casa, no tenía idea de la cena en la casa de mi
padre, la había pasado tan bien con Hades que absolutamente todo lo había
olvidado.
Estacionó
a una cuadra de mi casa y llevando él mis zapatos, me acompaño hasta la
entrada.
-Debo
regresar al inframundo.
-Lo
sé, estuvo delicioso todo. Y… gracias por la ropa. –mi amiga Liz estaba viendo
escondida de entre los arbustos de mi casa.
-No
fue nada, te vez muy hermosa con ella puesta. –recogió mi cabello detrás de mi
oreja. –ya debo irme Leo, solo me permitieron quedarme unas horas fuera. –mordí
mis labios por dentro.
-Me
gustaría que te quedaras más tiempo. –toma mi bolso con sus manos, lo abre,
saca mi celular y anota su número. Movió sus labios como diciendo unas palabras
en griego antiguo, unos pequeños lazos azules envolvieron el teléfono y lo
volvió a guardar. –llámame, y háblame cuando desees.
Tomo
mi barbilla con su dedo pulgar y su dedo índice, la levanto solo un poco y fue
acercándose lentamente mientras su respiración fría reflotaba en mis labios, y
su nariz rosaba con la mía haciendo desear sentir su boca, me beso tiernamente
como despidiéndose para siempre de mí y de mis ojos brotaron lagrimas. Se alejo
solo un poco rosando nuevamente su nariz contra la mía.
-Ya
debo irme Leonor. –seco mis lagrimas y beso mi frente. –entra, no quiero que me
veas cuando me marcho. –lo abrace fuertemente y él se escondió en mi cuello por
un instante para que el aroma de mi piel penetrara en su ser. –ya, entra.
Abrí
la puerta y entre, miró su mano izquierda y aun tenia los zapatos, comenzó a
caminar en dirección al auto, subió y se fue.
Tocan
nuevamente la puerta, corrí ya que por un momento pensé que era Hades. Abrí la
puerta con euforia y vi a mi amiga Liz.
-¿Con
que te estabas besuqueando con ese papacito y no me contaste nada?
-Ah…
Liz, hola
-¿Hola?
Esperabas a alguien más, perra. Déjame pasar. –cierro la puerta de mi casa.
-Shhh,
no hagas ruido mi papá está durmiendo. –ella me mira de pies a cabeza y
murmura.
-¿Y
ese vestido?
-Ahora
te cuento, sube. –le doy una cerveza.
Subimos
a mi cuarto de puntitas.
-Ahora
si Leonor me cuentas, quien es ese papacito y qué paso. Últimamente andas muy
rara.
-Es
que si te digo no me vas a creer.
-A
ver, hagamos esto, prometo no interrumpir. Primeo me dices quien es, luego me
cuentas que paso entre ustedes, pero me cuentas TODO, y finalmente te doy mi
veredicto. Qué te parece.
-Está
bien… -comienzo a contar desde el principio absolutamente todo lo que me había
pasado con Hades, pero Liz queda seria y atónita a lo que le había contado por
un momento pensé que me había creído. –…y así paso todo, ¿Qué opinas? –toma un
sorbo grande de cerveza.
-Me
estás diciendo que Hades era ese hombre súper apuesto, y que puede controlar su
estatura, y te regalo este hermoso vestido Gucci y que también estuviste
muerta.
-Así
es
-No
sé si reírme o llamar al manicomio.
-Amiga,
Liz lo juro es así.
-Te
estás volviendo loca igual que tu madre de tanto leer esos libros y fantasear
con el extraño del auto… -por un momento se detuvo a pensar. – ¿es él? ¿Es el
del auto?
-Nooo…
es Hades.
-Cariño
eso es solo una fantasía.
-Liz
te lo juro, me llevo a cenar y nos besamos, siento escalofríos cuando lo hace.
-Sabes
que, ¡está bien! ¡Lo acepto si no me quieres decir su nombre! Pero amiga, estas
mal debes de ver a un psicólogo.
-Te
digo que ¡¡¡es el!!! ¡¡¡Es Hades!!! Mira, para que me creas tengo su número, me
dio su número. Ahora mismo lo llamo y te compruebo.
Le
marco a su celular y pongo en alta voz, comienza a sonar el tono y en su número
de teléfono aparece muchos números uno. Liz me mira y levanta una ceja.
-Ya
verás… atiende por favor. –el celular suena y cae el contestador. –debe estar
ocupado en el tártaro. –Liz me mira con pena, mientras trato de comunicarme
nuevamente.
-Ya
Leo… no sigas, me das pena amiga.
-Pero
que si es él. –me toma de los hombros y me mira fijamente.
-Debes,
de dejar de consumir lo que estas fumando, eso te hace mal, ¿entiendes?, vamos
a dormir, seguro estas cansada. –la mire con cara de desanimada, me frota la
espalda. –vamos, te hace falta. Me recuesto a su lado y duermo.
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