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jueves, 26 de marzo de 2020

El deseo de Perséfone (Parte 5)


"ÉL ES HADES LO JURO"


-Perse… –susurro al viento estando a un metro y medio de distancia de mí.
-Hades. –dije embobada pero disimulado la baba que me caía al verlo. – ¿Qué haces aquí?
-Se que ha pasado un mes pero, no puedo… vuelve al tártaro conmigo.
-Lo siento pero no.
-Vine del inframundo solo a buscarte. –comenzó a acercarse más.
-No hubieras venido. –sabia que cada palabra que le dijese era una daga en su pecho. Su altura comenzó a disminuir y quedo a una estatura donde podía apreciarlo mejor sin que me diera tortícolis.
-Solo ven conmigo. –me tomo de la mano con suavidad.
-No puedo dejar a mi padre solo. –lo suelto. Resignado pide acompañarme a mi casa pero le digo que no.
-Entonces volvamos al inframundo.
-¡Que no! –Hades lanza un suspiro tirando su cabeza hacia atrás y frotándose el cuello.
-¿Quieres ir a pasear en mi auto? –lo señala con el pulgar. Y con una sonrisa picara muevo la cabeza diciendo que si.
Corro al auto y él me abre la puerta, subo contenta sintiéndome como alguien importante, y veo que pega la vuelta por el cobre de adelante subiendo al mismo.
-¿Dónde quieres ir?
-Donde quieras. –le respondo con una sonrisa en mi rostro.
-Donde quiero, tú no quieres ir. –pensó por un momento. -¿quieres que te lleve a cenar?
-Me gustaría sí, pero… -miro mi vestimenta. –no tengo bonita ropa.
-No importa compramos algo bonito para ti. –acaricia mi barbilla, me sonrojo y bajo la mirada. Me mira por un instante y pone en segunda. –bien, vamos.
Abro la ventana y me recuesto disfrutando del aire en mi rostro, él conducía muy callado y concentrado, hasta que rompí el silencio.
-¿Por qué viniste? –conducía con la mano izquierda y la derecha tenia sobre la caja de cambios.
-Solo quise venir y ya. –me respondió con suma seriedad y en su tono de voz se oía totalmente  frívolo. Lo observé un momento y continúe mirando por la ventana. Detiene el auto y me habla mientras baja. –ven, te pondremos algo bonito.
Comenzamos a caminar por un pasillo repleto de la ropa más fina y sofisticada que mis ojos podían haber visto. Con su risa entrecortada, Hades, se llevaba las miradas de todas las mujeres del lugar.
Su porte elegante, su altura, su piel tersa y pálida, sus cabellos negros desordenados y sus ojos violáceos, eran el centro de atención. Pude ver que tenía un tic nervioso en el que se mordía los labios sin darse cuenta.
Nos paramos frente a una tienda Gucci y me abrió la puerta como todo un caballero, cuando puso el primer pie dentro de aquella tienda de ropa, un viento resoplo todo el lugar, rápidamente una empleada vino a asistirnos.
-¿En qué puedo ayudarlos? –miro a Hades completamente embelesada. Carraspeo por un momento jalándome del brazo me puso frente a él.
-Quiero el vestido más sofisticado y bello que tenga para mi Leonor. –totalmente avergonzada responde la empleada.
-Claro tenemos muchos de esos, acompáñenme por aquí. –la seguimos y le hice una mirada cómplice mientras le di leves golpes con mi codo.
-¡Basta! –murmuro.
Mientras nos enseñaba los vestidos y hacia voces de las telas, botones y demás cosas con las que contaba.
-Disculpe, Señorita. No me gusta ninguno, son muy reveladores. –lo deje solo mientras veía otros vestidos y le sonreía a otra de las empleadas que estaba siendo cortés conmigo. Mientras él me mira de reojos. –quiero algo que la haga lucir más hermosa de lo que ya es. También unos zapatos me gustarían.
La empleada que estaba con Hades me hace un movimiento con la mano y me lleva al cambiador, me pasa el vestido color borgoña que él había elegido para mí y unos zapatos del mismo tono. Mientras que él se dirigía a la caja para pagar.
La empleada tomo una hebilla para el cabello con incrustaciones en diamantes y recogió mi cabello dejando caer unas mechas, y me dio finalmente un sobre de gamuza del mismo tono que el vestido. Me vio, se sonrió y me dijo que podía irme.
Hades me esperaba afuera recostado sobre un poste de concreto, cierra sus ojos, como deleitándose, al sentir el aroma de mi perfume que podía sentirlo a kilómetros de distancia, y me ve, hermosa, radiante,  sofisticada con aquel bello vestido que había escogido para mí. Fue a mi encuentro y tomo mi mano para ayudarme a bajar del escalón.
-Te ves, hermosa… radiante. –me sonroje y agache mi cabeza. Mientras él se deleitaba viéndome.
-¿Vamos a comer? Muero de hambre.
-Claro. –caminamos hacia el auto y abrió mi puerta.
Llegando al lugar, me ayudo a bajar y tomo mi mano, y nos llevaron hasta la mesa en donde cenamos.
-Hades…
-Dime…
-Me duelen los pies, ¿me puedo quitar los zapatos?
-¿Acaso no son de tu talla?
-No, no es eso. Son hermosos y muy finos pero… no estoy acostumbrada a caminar con ellos. –hizo una risa de costado y asentó con la cabeza.
-Está bien quítatelos.
Lance un gran suspiro al sentir mis pies en el frio suelo del restaurante y le sonreí amablemente. Me conto de su vida y su descendencia, cosas que ya sabía, le conté de la mía y sobre que mi cumpleaños se acercaba, sobre mi abuela que era sacerdotisa de Apolo y un par de cosas más.
Luego de cenar me llevo hasta mi casa, no tenía idea de la cena en la casa de mi padre, la había pasado tan bien con Hades que absolutamente todo lo había olvidado.
Estacionó a una cuadra de mi casa y llevando él mis zapatos, me acompaño hasta la entrada.
-Debo regresar al inframundo.
-Lo sé, estuvo delicioso todo. Y… gracias por la ropa. –mi amiga Liz estaba viendo escondida de entre los arbustos de mi casa.
-No fue nada, te vez muy hermosa con ella puesta. –recogió mi cabello detrás de mi oreja. –ya debo irme Leo, solo me permitieron quedarme unas horas fuera. –mordí mis labios por dentro.
-Me gustaría que te quedaras más tiempo. –toma mi bolso con sus manos, lo abre, saca mi celular y anota su número. Movió sus labios como diciendo unas palabras en griego antiguo, unos pequeños lazos azules envolvieron el teléfono y lo volvió a guardar. –llámame, y háblame cuando desees.
Tomo mi barbilla con su dedo pulgar y su dedo índice, la levanto solo un poco y fue acercándose lentamente mientras su respiración fría reflotaba en mis labios, y su nariz rosaba con la mía haciendo desear sentir su boca, me beso tiernamente como despidiéndose para siempre de mí y de mis ojos brotaron lagrimas. Se alejo solo un poco rosando nuevamente su nariz contra la mía.
-Ya debo irme Leonor. –seco mis lagrimas y beso mi frente. –entra, no quiero que me veas cuando me marcho. –lo abrace fuertemente y él se escondió en mi cuello por un instante para que el aroma de mi piel penetrara en su ser. –ya, entra.
Abrí la puerta y entre, miró su mano izquierda y aun tenia los zapatos, comenzó a caminar en dirección al auto, subió y se fue.
Tocan nuevamente la puerta, corrí ya que por un momento pensé que era Hades. Abrí la puerta con euforia y vi a mi amiga Liz.
-¿Con que te estabas besuqueando con ese papacito y no me contaste nada?
-Ah… Liz, hola
-¿Hola? Esperabas a alguien más, perra. Déjame pasar. –cierro la puerta de mi casa.
-Shhh, no hagas ruido mi papá está durmiendo. –ella me mira de pies a cabeza y murmura.
-¿Y ese vestido?
-Ahora te cuento, sube. –le doy una cerveza.
Subimos a mi cuarto de puntitas.
-Ahora si Leonor me cuentas, quien es ese papacito y qué paso. Últimamente andas muy rara.
-Es que si te  digo no me vas a creer.
-A ver, hagamos esto, prometo no interrumpir. Primeo me dices quien es, luego me cuentas que paso entre ustedes, pero me cuentas TODO, y finalmente te doy mi veredicto. Qué te parece.
-Está bien… -comienzo a contar desde el principio absolutamente todo lo que me había pasado con Hades, pero Liz queda seria y atónita a lo que le había contado por un momento pensé que me había creído. –…y así paso todo, ¿Qué opinas? –toma un sorbo grande de cerveza.
-Me estás diciendo que Hades era ese hombre súper apuesto, y que puede controlar su estatura, y te regalo este hermoso vestido Gucci y que también estuviste muerta.
-Así es
-No sé si reírme o llamar al manicomio.
-Amiga, Liz lo juro es así.
-Te estás volviendo loca igual que tu madre de tanto leer esos libros y fantasear con el extraño del auto… -por un momento se detuvo a pensar. – ¿es él? ¿Es el del auto?
-Nooo… es Hades.
-Cariño eso es solo una fantasía.
-Liz te lo juro, me llevo a cenar y nos besamos, siento escalofríos cuando lo hace.
-Sabes que, ¡está bien! ¡Lo acepto si no me quieres decir su nombre! Pero amiga, estas mal debes de ver a un psicólogo.
-Te digo que ¡¡¡es el!!! ¡¡¡Es Hades!!! Mira, para que me creas tengo su número, me dio su número. Ahora mismo lo llamo y te compruebo.
Le marco a su celular y pongo en alta voz, comienza a sonar el tono y en su número de teléfono aparece muchos números uno. Liz me mira y levanta una ceja.
-Ya verás… atiende por favor. –el celular suena y cae el contestador. –debe estar ocupado en el tártaro. –Liz me mira con pena, mientras trato de comunicarme nuevamente.
-Ya Leo… no sigas, me das pena amiga.
-Pero que si es él. –me toma de los hombros y me mira fijamente.
-Debes, de dejar de consumir lo que estas fumando, eso te hace mal, ¿entiendes?, vamos a dormir, seguro estas cansada. –la mire con cara de desanimada, me frota la espalda. –vamos, te hace falta. Me recuesto a su lado y duermo.

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