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domingo, 15 de marzo de 2020

El deseo de Perséfone (Parte 3)

EL SUEÑO DE LEONOR

Te llevare al tártaro –hace una malvada sonrisa de costado.
Y lo miro con temor, me señala su casa que se puede ver a lo lejos.
-¿Tártaro? ¿Tu casa es el tártaro? –cierra sus ojos y pone su dedo índice apretando en sus labios. – ¿En tu casa esta Cronos?
-No es ese tártaro. Ven. –se vuelve de una estatura normal para mis 1, 65 cm. Le doy mi mano, la toma y me jala cerca de sus labios. –No vuelvas a escapar. –mis labios tiemblan y respondo.
-Si…
-Cierra los ojos. –los cierro y se desplaza velozmente hasta su hogar. –Llegamos.
-Ya puedes bajarme. –me mira de manera intimidante. –Por favor.
-No. –hace una pausa dejando de hablar y vuelve hacerlo mientras camina hacia la entrada. –O acaso no te sientes a gusto en mis brazos. –miro a otro lado avergonzada, sosteniéndome de su cuello.
-¿Y dónde está Cerberus?
-En la entrada como siempre. –se sonríe nuevamente de costado. Me vuelve acostar en la cama. – ¿Quieres que te cambie las vendas o prefieres hacerlo tú?
-Yo lo hago. –le quito las vendas de las manos.
-No te hare nada, no temas. –agacho la cabeza y miro a un lado.
-Esto no puede ser cierto. –levanto la cabeza y lo miro. –Eres Hades, el dios de la Muerte. Mi madre…, tenía muchos libros y…
-¿Y? –trato de hablar pero no me sale palabra alguna solo entreabro y cierro los labios. Muevo la cabeza diciendo que no. –Debes descansar y cámbiate las vendas o te las cambio yo. –se voltea y se marcha. Me volteo y miro por la ventana.
-El tártaro. –suspiro.
Comencé a sacarme las vendas de espalda a la puerta y Hades entra, se queda observándome como la luz de la luna ilumina mi piel. Empieza a caminar en dirección hacia donde estoy, y se para detrás de mí.
-Déjame ayudarte. –me susurra al oído y su respiración reflota por mi cuello. Aprieto mis ojos.
-No. Mantén tu distancia, por favor.
-No te hare daño, lo prometo. –Miro hacia un lado del suelo y dejo que él continúe.
Siento que huele mi cabello y vuelvo a presionar mis ojos. “Perse…” escucho decir claramente entre sus suspiros.
-Ya… ¿Ya está? –reacciona del estado de ensoñación en el que estaba sumergido.
-Sí, ya. –me volteo y lo veo con el torso desnudo, con un pantalón de vestir color negro, en donde la toalla descansaba sobre su hombro y de su cabello aun goteaba el agua que caía sobre su pecho fornido.
-Hades, yo… -levanto la mirada, quedando cerca de sus labios, trago saliva y entreabro los míos.
-Dime Leonor.
-Am… yo… -suena su teléfono celular, pero él no me quita la mirada de encima. –Tu teléfono suena. –lame sus labios, estando tan cerca de mí que podía sentir su respiración.
-Lo sé… -lo saca y atiende, sin quitarme la mirada de encima. – Sí, habla Hades. Aguarda. –me susurra al oído. –No te vayas a escapar otra vez, prometo llevarte a la tierra, solo cuando te recuperes.
Se retira, mientras sigue secándose el cabello y continua hablando por teléfono, lanzo un suspiro y corro a la puerta la cierro y le pongo llave. Me volteo y me recuesto sobre ella.
-Es tan sexy. –muerdo mis labios. –Su voz, sus labios. –me acaricio los brazos. –Por un momento pensé que me besaría.
Me tiro a la cama boca abajo y, me zambullo entre las almohadas de plumas y aquella manta de piel blanca, no me doy cuenta y me quedo dormida nuevamente.
Comienzo a soñar, que estoy nuevamente en aquel invernadero en donde el sol refleja mis semblantes, y me encuentro cuidando a un árbol de manzanas. Pero de la nada el sol desaparece y la noche toma el control del lugar, alguien o algo se escabulle entre el invernadero y se mueve velozmente por las flores y los plantines, un viento frío, gélido, con suma crudeza mata a aquellos plantines y deja flameando una túnica blanca con la que vestía. Con una tiara de álamos dorada y un cinturón del mismo tono, totalmente descalza. Escucho la voz de Hades que susurra en el viento “Perse…”
Me despierto exaltada y con la frente sudorosa, la manta de piel blanca cubriéndome el cuerpo, miro el techo y me siento en la cama refregándome los ojos.
-Solo es un maldito sueño. –miro a mi alrededor y aun estoy en aquella habitación. –Cuando se va a acabar esto. –vuelvo a acostarme en la cama y miro a un lado en una silla, y veo una túnica de lino blanco. Me pongo de pie y me la coloco cubriendo mi desnudez, me paro frente a la ventana y apoyo mi mano en el vidrio, pensando.
-Leonor, ¿no estarás pensando en huir no?
-No. -digo resignada.
-Te traje un obsequio, de la tierra. –sostenía entre sus manos lo que parecía ser una caja de cartón. -¿Qué te ocurre Leonor?
-Nada… solo extraño a papá. –deja lo que había traído sobre la cama.
-Solo espera. Te recuperas y prometo que dejo que te vayas, de nuevo a la tierra. –me volteo y lo miro a los ojos.
-No sé porque, pero siento que no será así. –Hades mira a mis labios y comienza a acercarse muy lentamente. Me vuelvo a voltear, aprieta sus ojos y queda cerca mi cabello, lo huele sin que me dé cuenta. –Quiero estar sola.
-¿No tienes hambre?
-Si un poco.
-¿Qué quieres comer?
-No sé, ¿Qué comes tú? –veo su sonrisa en el reflejo del vidrio mientras mira mi nuca y levanta su mirada hacia mi cabello y finalmente hacia el mismo reflejo de la ventana.
-Soy inmortal, soy un dios. Yo no como. –hace mi cabello a un lado y se deja ver mi nuca.
-Por favor, ya no hagas eso.
-¿Qué cosa?
-Estas intentando seducirme desde hace rato.
-Lo siento, debes pensar que soy un imbécil.
-No es eso, solo que… me incomoda.
-En fin, dime qué quieres comer. –me voltea.
-Pizza estaría bien.
-Perfecto. –chasquea sus dedos y la mesa que hay en la habitación se llena de ellas.
-Con una estaría bien. –me sonrío.
-Debo salir, ¿estarás bien sola? –asiento la cabeza diciendo que si mientras mastico la comida. Sale a prisa sin ver hacia atrás y me asomo a la ventana para corroborar que realmente huyo como el cobarde que es.
Me encontraba sola en el “tártaro”, así que tomando una porción de pizza con la otra mano comencé a husmear el lugar. Empecé a llenar de aceite y migas todo lugar que encontraba, pinturas, papeles importantes y antiguos, paredes, alfombras muy finas. Tenía las manos cubiertas de aceite y no quería ensuciar aquel bonito tapado con el que me cubría, así que pude ver un papiro del siglo IV colgado y me limpie con eso, sin poder divisar el valor incalculable de aquella reliquia.
-Porque tiene tanta mugre… -exclame, y miraba armaduras ensambladas y nuevamente comencé a tantearme. – ¡mi teléfono! … demonios me olvide de pedírselo. Ufff me aburro aquí dentro.
Vuelvo a la habitación y me siento en la cama, miro a mi lado y veo el libro de mi madre que relataba la historia de Perséfone y Hades, y recordé nuevamente sus palabras, “Te traje un obsequio, de la tierra”.
-Oww… me trajo mi libro favorito. –vuelvo a abrirlo y continuo leyendo. Cierro por un momento el libro y miro a mí alrededor. –a todo esto, ¿de quién es este cuarto?
Dejo el libro a un  lado y abro el armario y para mi sorpresa eran todos trajes de hombre, y entre medio de ellos un tapado de piel con incrustaciones en diamantes. Cierro el placar sin decir nada, y dejo que mi imaginación infantil y podrida imagine cosas puercas como es debido.

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